MNCT 983 – ¿Será que Dios realmente odia a LeBron James?
“Nuestro libre albedrío puede entorpecer el curso de nuestra inspiración, y cuando el favorable vendaval de la gracia de Dios hincha las velas de nuestra alma, está en nuestro poder el rechazarlo y así impedir el efecto del viento a nuestro favor; pero cuando nuestro espíritu navega con él y hace un viaje próspero, no somos nosotros los que hacemos que el vendaval de inspiración sople, ni somos nosotros los que hinchamos las velas con él, ni somos nosotros los que dan movimiento a la embarcación de nuestro corazón; simplemente recibimos el vendaval, asentimos al movimiento que trae consigo y dejamos que nuestro barco navegue en él, sin obstruirlo con nuestra resistencia.”
– San Francisco de Sales
Hace cosa de un mes estábamos viendo la final de la NBA y disfrutando el enfrentamiento entre Steph Curry y los Golden State Warrios contra LeBron James y los Cavaliers de Cleveland. A pesar de que dos de los mejores jugadores de Cleveland habían tenido que abandonar el juego por lesiones, la contienda estuvo reñida hasta el momento en el que los Warriors aseguraron la batalla en los últimos minutos del juego.
En las entrevistas que siguieron al juego, muchos de los jugadores de los Warriors no sólo agradecieron a Dios por su victoria, sino que apuntaron a la idea de que el hecho de orar juntos como equipo era un factor determinante en los resultados.
Después de ver algunas de estas entrevistas, una de las personas con las que me encontraba hizo algunas preguntas un tanto sesgadas:
¿Realmente crees que la oración fue la clave para su victoria? ¿Todas las lesiones de los jugadores clave de los Cavaliers fueron parte de un plan divino? ¿Será que Dios realmente odia a LeBron James?
Puedo compartir mis respuestas inmediatas a las preguntas (quizás, no, y no), pero puede que explicar lo que quise decir tome un poco más de tiempo…
- Por qué la oración funciona (cuando funciona)
Quiero dejar claro que lo que escribiré a continuación es simplemente mi entendimiento y no pretende ser definitivo o particularmente provocativo. La mayoría de nosotros pasamos el tiempo viviendo en un mundo hecho de nuestro propio pensamiento personal. Estas “realidades” separadas, si bien a veces se sobreponen, vienen con sus propias reglas, limitaciones, valores y puntos ciegos. El punto ciego más grande de todos es que no nos damos cuenta de que somos nosotros los que lo estamos inventando. Como dice el físico David Bohm, “El pensamiento crea nuestro mundo y después dice “Yo no fui””.
Cuando la gente reza, independientemente de quién lo esté haciendo o por qué, tiende a soltar su sistema de pensamiento y cae en un espacio más meditativo o “de oración”. En este espacio, a veces llamado mente no condicionada o mente universal, todo es posible y una sabiduría más profunda se nos hace accesible en tanto que fuerza guía. Cuando tenemos acceso a ese espacio desde un estado mental reflexivo, con frecuencia tenemos revelaciones que tienen que ver con nuestros retos personales y nos da la impresión de que “nuestras oraciones han sido escuchadas”. Cuando tenemos acceso a ese espacio desde un modo operativo, lo llamamos “flujo” o “la zona” o “la onda”.
Rezando en grupo, los Warriors se hacen más susceptibles al flujo. Su pensamiento personal se acalla un poco, mientras que su sabiduría y su sentido común parecen agudizarse y resultan más fáciles de acceder. Después, al estar jugar juntos, los límites aparentes entre ellos se diluyen y pueden operar en armonía desde una inteligencia de vida más profunda. Y cuando llegan a experimentar las inevitables dificultades y conflictos interpersonales, sus habituales sesiones de oración funcionan como una especie de “botón de reinicio”, haciéndolos más resistentes al desánimo y permitiéndoles llegar como nuevos al próximo juego.
Así que, ¿fue la oración lo que les dio el título a los Warriors? En mi opinión, no. Pero estar en un estado de oración, individualmente y como equipo, bien puede haber sido un grandísimo factor en su triunfo.
2. ¿Cómo sabemos si algo “tenía que ser”?
En mi trabajo, con frecuencia apunto al hecho de que hay veces en que las cosas parecen fluir “como por diseño”. Ocurren todo tipo de coincidencias y eventos no previstos que hacen que lo que parecía improbable o incluso imposible suceda casi sin esfuerzo, de manera casi preordenada. Todas las personas que conozco han tenido esta experiencia en algún momento de su vida; en lo que difieren es en lo que creen que lo provoca y en lo que consideran las implicaciones de ello.
Para mi, la manera en la que mi vida se va dando sin esfuerzo, misteriosa y a veces incluso milagrosamente, no es para nada distinto a la manera en que las cosas se van dando, misteriosa y a veces incluso milagrosamente, en la naturaleza. Las orugas se vuelven mariposas, las abejas llevan polen para ayudar a que las flores crezcan y se reproduzcan, y por más “El Rey León” que suene, el círculo de la vida continúa relativamente intacto a través del tiempo y en todo el mundo. La única razón por la cual a veces nuestras vidas no se sienten así de fluidas es que tenemos libre albedrío, y con frecuencia lo usamos (inocentemente) para ignorar el flujo de la vida y tratar de crear nuestro propio camino.
La confusión, a mi parecer, es que creemos que las únicas dos opciones que tenemos en la vida son, o ser víctimas, o ser creadores empoderados. Ante esa elección, yo escogería el creador empoderado diez veces de cada diez. Pero hay una tercera opción – un “camino del alma” en el que vivimos como conductos para la fuerza creativa, permitiendo que nuestras vidas se vayan dando a partir de nuestra conexión de momento a momento con la energía y la inteligencia de la vida.
Así es como escribí al respecto en The Inside-Out Revolution:
Para marcar la diferencia entre tratar que las cosas sucedan como individuo auto-empoderado y el abrirse a la guía creativa de Mente como parte de un plan mayor, considera la analogía de un barco de vela. Tratar “que las cosas sucedan” en tu vida es como tratar que el velero avance soplándole a las velas. No es que no puedas llegar a ningún lado – es que lo más seguro es que termines agotado y te pierdas de mucho de lo que está sucediendo fuera de tu barco.
En contraste, permitir que la energía de la vida te guíe es como permitir que el viento infle tus velas y te haga avanzar. Si alguna vez haz sentido que algo está sucediendo “a través” tuyo y no “a partir de ti”, sabes cómo se siente el viento. Lo experimentamos como inspiración, o flujo, o estar en la zona. Progresamos más en unas pocas horas de acción inspirada que en meses de arduo trabajo y esfuerzo.
Un amigo que fue sacerdote durante muchos años antes de cambiar a un aprendizaje espiritual distinto compartió conmigo una analogía similar:
“No importa cuánto se esfuerce un surfista, el océano es el que está cargando más peso.”
3. ¿Dios toma partido?
Dicen que una de mis historias favoritas sobre Abraham Lincoln fue contada por primera vez en el sermón de su funeral. En plena Guerra Civil, cuando las cosas no se veían nada bien para la Unión, uno de los generales de Lincoln concluyó una junta en la que se estaba planeando una batalla diciendo “¡Esperemos que Dios esté de nuestro lado!”
Parece ser que Lincoln respondió con gran sentimiento, “No, General, ¡esperemos estar nosotros del lado de Dios!”
En mi experiencia, mi sentido de lo que es correcto no siempre triunfa sobre mi sentido de lo que es incorrecto, y a veces resulta que el mejor equipo gana a pesar de que no sea el equipo al que yo esté apoyando. Pero en vez de permitirme terminar en un frenesí de creación empoderada o en una apatía de desasosiego fatalista en la que no hago otra cosa sino mirar mi ombligo, me he dado cuenta de que el hecho de saber que hay una inteligencia más profunda a cargo de la vida, y el saber que siempre puedo hacer mi mejor esfuerzo para vivir en armonía con ella, me da tranquilidad. No evita que tenga sueños y objetivos y preferencias; simplemente evita que los convierta en un pre-requisito para la felicidad en mi vida. Y asumir que mis preferencias personales tienen algo que ver con un plan divino parece más que arrogante.
Me gusta no estar a cargo del universo. Me gusta que a veces las cosas suceden como quiero que sucedan y que a veces no sea así. Y me encanta el hecho de que puedo participar en el acontecer diario del universo – ser parte de la creación sin tener que estar a cargo de ella.
Así que no, no creo que Dios odie a LeBron James, y no creo que los eventos deportivos se decidan basándose en que el número justo de jugadores le digan las palabras adecuadas al Dios correcto. Pero si quieres tener más éxito interno y externo en tu vida – más paz mental y hasta un mejor bien raíz donde descansar tu cabeza – entonces estar en oración puede ser justo lo que el doctor ordene.
Con todo mi amor,
Michael